Observando los impactos ambientales positivos, que ha generado el COVID 19 sobre la naturaleza; cabe formularnos como sociedad, dos mordaces y reflexivos cuestionamientos: ¿somos los seres humanos la verdadera pandemia? y ¿es el coronavirus la vacuna que la naturaleza ha creado para combatirnos y reestablecer su equilibrio ecológico?
Cada uno dará su respuesta, pero lo cierto es que a lo largo y ancho del planeta tierra, se han evidenciado y documentado situaciones ambientalmente favorables con ocasión del COVID19, y así como los ríos vuelven a su cauce, quizás la naturaleza tenga sus formas de recobrar su territorio, recomponer su vitalidad y hacer justicia ambiental.
Como acontecimientos positivos durante la emergencia sanitaria mundial, se pueden señalar: la reducción en las emisiones de dióxido de carbono, el mejoramiento de la calidad del aire, la descontaminación de ríos y mares, el retorno y repoblamiento de especies animales y vegetales y el curioso avistamiento de animales recorriendo las calles de ciudades confinadas, que seguramente fueron sus antiguos corredores naturales.
Por su parte algunos expertos consideran que las consecuencias generadas por el Covid19, están estrechamente asociadas con el deterioro de los ecosistemas. Es claro entonces que la naturaleza nos está hablando y enviado una poderosa advertencia: o cambiamos nuestro estilo de vida y modelo de desarrollo o seremos sepultados en la tumba de la inconciencia.
Por ejemplo, Manuel Pulgar-Vidal, coordinador de Clima y Energía para WWF, manifiesta que: “parte de lo que viene experimentando el mundo en los últimos años con presencia de nuevos virus, mutaciones, enfermedades o nuevos vectores de enfermedades en lugares donde no existían, es el resultado del aumento de la temperatura, de la pérdida de los ecosistemas y del comercio de vida silvestre para fines domésticos”.
Hoy que somos prisioneros de nuestros errores y estamos confinados en las junglas de cemento; hemos podido ver desde el encierro de nuestras casas, cierto renacimiento y restauración del medio ambiente, derivado nuestra ausencia temporal, y por ello he llegado a pensar, que quizás estamos enfrentando un “proceso aprendizaje y de selección natural”, adelantado por la madre tierra y motivado por nuestra conducta depredadora.
Las lamentables proyecciones, revelan que a cusa del COVID 19, se perderán muchas vidas (1,8 millones víctimas fatales, según estudio del Imperial College de Londres), y ello nos debe sacudir como sociedad para hacer un esfuerzo colectivo, no solo para contener el avance del virus en el corto y mediano plazo, sino también para modificar radicalmente la forma en que nos relacionaremos con la naturaleza en el futuro.
Pese a todo, tengo la esperanza de que saldremos adelante y también albergo la profunda convicción sobre la necesidad suscribir un nuevo “contrato social y ambiental” entre el ser humano y la naturaleza, basado en una visión ecocéntrica del desarrollo, que nos lleve a entender que: “el ser humano no es dueño de las demás especies, de la biodiversidad ni de los recursos naturales y solo a partir de una actitud de profundo respeto y humildad con la naturaleza y sus componentes, es posible entrar a relacionarse con ella en términos justos, sostenibles y equitativos, dejando de lado todo concepto que se limite a lo simplemente económico, utilitario o eficientista.” [1]
[1] Sentencia T- 622 de 2016. Corte Constitucional de Colombia