Una mirada de mujer a la novela “La multitud errante” de Laura Restrepo

“La guerra a todo envuelve, es un aire sucio que se cuela en toda nariz, y aunque no lo quiera, el que huye de ella se convierte a su vez en difusor” (Restrepo, L. 2001). La guerra nos obliga a tomar posición, si bien Colombia somos todos, ¿cuál es nuestro papel en este engranaje de gentes?, ¿errantes o errados? Es claro que todos y todas pertenecemos a un contexto de guerra que nos duele, lastima y obliga a vivir bajo la sombra de la justicia, cuyas implicaciones parecen situarse en el bando masculino.

Ahora, hablar de guerra implica también hablar de paz, a la luz de los opuestos que suplen los vacíos en el universo. Pero ¿habrá guerra capaz de derrocar la esperanza? Bien es sabido que Colombia ha estado fragmentada generalmente en dos bandos que nos hacen tomar partido. Nuestra voluntad reclama valor en el decidir, ¿soy errante, camino, me duele lo que viven las clandestinidades de un país del que soy parte? o ¿abandono, busco nuevos horizontes de vida lejos de la violencia que me parió? La indiferencia no generará cambio, el olvido no hará justicia y aunque gritemos, prima la voluntad de escuchar ¿por qué no? a una mujer más que ha tenido que vivir en el exilio a causa de sus ideales.

“Cuando la guerra amaine… ¿Cuándo será ese cuándo? Ya pasó medio siglo desde aquel entonces y todavía nada; la guerra, que no cesa, cambia de cara no más” (Restrepo,L. 2001). Cambia también el rostro de sus narradores y por supuesto, narradoras.

En este sentido, el relacionar mujer y conflicto privilegia la posibilidad de abordar la literatura escrita por una mujer, en el marco de la marginalidad de relatos que emergen desde fuera de la oficialidad. En esta apuesta, se constituye memoria sobre el olvido al que son sometidos los desplazamientos forzados, una memoria ahora alimentada por la fuente de agua viva femenina que ha vivido la guerra, ha gemido de dolor pero de la que sus relatos han sido lanzados al fondo del mar, lo que transgrede a los muchos marinos errados que navegan sobre la superficie. Aquellos marinos buscan una tierra que poseer, un lugar de encuentro al que habitar, un refugio, el rincón más seguro de sus recuerdos y así, la premura de reafirmarnos como sujetos en lugar de objetos adquiere poder.

La distancia inabarcable entre la realidad de guerra y el recuerdo nos somete a repensar identidades como seres individuales y colectivos. En esta medida, otorgamos valor a cada voz, caminante y errante que se aventure en la osadía de escribir a Colombia, entendiendo que lo más asombroso del mar se encuentra en la profundidad.

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