En el ensayo de Jacques Aprile-Gniset, Génesis de Barrancabermeja, rezan las siguientes palabras: “Algún día de 1918, unos hombres tostados por el sol, atormentados por la malaria, con sus manos callosas de antiguos campesinos por fin perforaron la cáscara; llegaron al inmenso bolso subterráneo, y entonces brotó hacia el cielo un poderoso chorro negro […] de este abono inesperado y de su matrimonio con la tierra árida, había nacido… una ciudad. El petróleo acababa de parir a Barrancabermeja.”
En el marco de los 98 años que cumple Barrancabermeja, la imagen que propone Aprile-Gniset con sus letras, a mi juicio, no está muy alejada de lo que vivimos actualmente. Hoy las personas estamos aisladas en nuestras casas y en aquella época estaban en un lugar que apenas se estaba explorando, aisladas de las grandes ciudades; hoy atormentados por el coronavirus y en aquella época por la malaria; hoy inocentes de la nueva realidad económica, política, social y cultural que se avecina, y en aquella época inocentes de los cambios que traería el petróleo para una nueva ciudad que nacía.
La gran diferencia es que en los tiempos en los que se inició la extracción de petróleo la planificación de una ciudad no estaba en la lista de pendientes, pero en la Barrancabermeja de hoy es una necesidad imperante. Desde Aprile-Gniset la historia no es el pasado inofensivo propio de los museos, sino una realidad actuante y viva, y si algo hemos aprendido de nuestra historia es que requerimos con urgencia ponernos de acuerdo sobre hacia dónde vamos.
Aunque muchos puedan ver como un problema las tensiones que existen entre diferentes grupos de ciudadanos, en realidad son necesarias para construir un proyecto ciudad, y deben ser vistas como algo positivo siempre y cuando se hagan en el marco del respeto. En realidad debemos es dirigir la mirada hacia el verdadero problema: esos rezagos de “Absolutismo” que nos quedaron de la corona y que nos ha traído muchos problemas; ese absolutismo que considera que la única vía, la única verdad y la única opinión válida es la de un grupo y no es necesario concertarla con nadie más. Ese absolutismo que ha surgido por intereses personales, por orgullo, por resentimiento y demás, no ha permitido generar un proceso de concertación sobre lo que somos y hacia dónde vamos.
Y ¡ojo! Concertar no significa que se deje de hacer control político, no significa que se deje de estar vigilantes, por el contrario, significa pasar de las palabras bonitas en grandes discursos a acciones concretas, acciones que no están a la espera del error, sino que advierten para que no se caiga en él.
De ahí que se me ocurre que el regalo más grande que le podemos dar a esta ciudad en su cumpleaños es un espacio para escucharnos, sin prevenciones, sin cálculos, soltar las piedras de las manos… tal vez cuando eso ocurra, sea más en lo que estemos de acuerdo que lo que nos separa.
Aprile-Gniset escribió en su ensayo “A la memoria de los primeros proletarios y proletarias gestores de esta epopeya moderna, santandereanos, caucanos y pastusos, tolimenses, costeños y chilapos, paisas y caldenses, cundinamarqueses y boyacenses, va dedicado este texto”, así mismo, le dedico este este texto a los morados, a los naranjas, a los amarillos, a los azules, a los rojos, a los que no tienen color, a todos a quienes nos importa este hermoso terruño llamado Barrancabermeja.
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