«¡Estamos en una pandemia!» a diario leemos y vemos en los medios de comunicación sobre este virus que ha cobrado la vida de ciento de miles de personas en el mundo. Desde el primer momento en que uno se despierta y prende la televisión y sintonizamos las noticias vemos titulares tales como: «X número de personas fallecieron a causa del covid-19»; «Las UCI’s se encuentran llenas» – como una canción de salsa que dice: «No hay cama pa’ tanta gente» -; «Aumenta el número de casos de Covid – 19; sigue cobrando vidas…», entre otros titulares que mucho de nosotros, les apuesto, nos lo sabemos de memoria.
Sin embargo, hay un virus que considero que es peor que el Covid – 19: la indisciplina y la falta de conciencia ciudadanas. Sabemos que el año 2020 fue un año desagradable para muchos de nosotros. Tuvimos que cambiar el modo de vida que de normal pasó a la “nueva normalidad”: se volvieron indispensables en nuestra canasta familiar el alcohol, el gel antibacterial y, por supuesto, el tapabocas, cuyos resultados y estudios por parte de científicos han confirmado que estos utensilios han servido para disminuir el contagio del virus. Empero, la falta de conciencia ciudadana es la que más duro se ha venido luchando para que esta enfermedad no se extienda por todos los horizontes causando estragos en la salud y la integridad de las personas: salen sin tapabocas, sin los utensilios necesarios como el alcohol y el gel antibacterial, y ¡qué decir de las fiestas clandestinas de las que muchos se reúnen porque creen que el hecho de que las discotecas no están abiertas, se reúnen para disfrutar tan siquiera unos momentos de algarabías, para después convertirse en penas y lutos!
Debo resaltar la labor que realiza la fuerza pública, la policía nacional y demás autoridades competentes; y claro, del personal médico, en la lucha por concienciar a la colectividad de que este virus no es un juego, que el lugar seguro para evitar ser contagiado es estar encerrados en sus casas, y, desde luego, que solo puedan salir a la calle cuando lo consideren estrictamente necesario. No se han preguntado ¿cuántas familias están en el mar de la incertidumbre o a la expectativa del estado de salud de un familiar? ¿De cuántas camas en la UCI deben estar ocupadas de personas contagiadas de este potente virus?
Mi llamado es a la conciencia. El sistema de salud de nuestro país, para nadie es un secreto, no es el mejor. La salud en Colombia no es un derecho fundamental sino un jugoso negocio que unos cuantos buscan lucrarse con el servicio que le puede prestar a un paciente. No es menester extender en la opinión del sistema de salud colombiano, pero sí hago un llamado a la conciencia: ¡quédese en casa!
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