La espiral de violencia que ha envuelto a Haití desde finales de febrero, a manos de poderosas bandas criminales, sigue cobrando víctimas y sembrando terror en todo el país. El último episodio ocurrió el lunes, cuando un intenso tiroteo estalló en el centro de Puerto Príncipe, la capital haitiana, mientras la policía se enfrentaba a miembros de un grupo del crimen organizado cerca del Palacio Nacional.
Decenas de personas quedaron atrapadas durante horas entre los disparos, mientras otras tantas lograron huir de la escena. Medios de comunicación locales reportaron que al menos un policía resultó herido de bala luego de que él y otros agentes se vieran obligados a abandonar un vehículo blindado que posteriormente fue incendiado.
La situación se agrava por el hecho de que hace más de un mes, estas poderosas pandillas comenzaron a atacar infraestructuras clave del gobierno. Han incendiado comisarías de policía, han realizado ataques armados contra el principal aeropuerto internacional, que permanece cerrado, y han logrado penetrar en las dos mayores prisiones del país, liberando a más de 4.000 reclusos.
El caos y la inseguridad reinan en las calles haitianas mientras las bandas criminales mantienen un control cada vez más firme sobre vastas áreas del país. La población civil se encuentra atrapada en medio de esta violencia sin precedentes, con escasas opciones para salvaguardar su seguridad y bienestar. Las autoridades haitianas enfrentan un desafío monumental para restaurar el orden y la paz en un país que continúa sumido en la incertidumbre y el temor ante la vorágine criminal.
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