El Coronavirus ha empezado a destapar diversos problemas en la planificación de la ciudad, como por ejemplo, los riesgos de desabastecimiento y la incapacidad de autosuficiencia en alimentos básicos, o sea, no alcanzamos a producir ni lo que nos comemos, realidad producto de malas decisiones tomadas en el pasado que podemos revertir en el presente.
Hasta el más pobre en Barrancabermeja sabe que los productos son más baratos si se compran en Bucaramanga o en Medellín y que comprar en la ciudad es costoso. La razón es sencilla, aquí no transformamos materia prima en productos terminados y los que tenemos no son competitivos. Si hablamos de alimentos, la ciudad no cuenta por ejemplo con una central de abastos, sino por el contrario, tiene una variedad de proveedores desarticulados que compran productos en otras ciudades. Esto explica un poco el dato ‘raro’ de la Cámara de Comercio, que afirma que el sector agropecuario contribuye solo con el 0,8% del valor agregado de la ciudad (digo raro porque me parece mucho).
Iniciativas como el mercado campesino, producción pesquera, entre otras relacionadas con alimentos, son poco competitivos pues históricamente no ha habido un interés político por el desarrollo agroindustria, por lo menos para garantizar nuestro propio abastecimiento, que de lograrse, el costo de la canasta familiar se abarataría pues reduce los costos logísticos como el transporte e intermediarios.
A pesar de que en Barrancabermeja venimos hablando de logística hace mucho tiempo, parece que todo se ha quedado en proyectos con nombres rimbombantes, pero de acciones concretas nanai nanai. Esta logística solo se ha centrado en el petróleo y se proyecta estar al servicio de otros mercados de fuera como el café.
Volviendo a la seguridad alimentaria, la legislación nacional e internacional es extensa sobre el tema, garantiza derechos y la erradicación del hambre (por lo menos en letras); todas estas normas, acuerdos y postulados, coinciden en sus enfoques alrededor del logro de objetivos como la disponibilidad de alimentos; el acceso; el consumo; su aprovechamiento o utilización biológica, y la calidad e inocuidad de los mismos.
Por ejemplo, el Conpes Social 113 de 2008, concreta que la Seguridad Alimentaria y Nutricional es “la disponibilidad suficiente y estable de alimentos, el acceso y el consumo oportuno y permanente de los mismos en cantidad, calidad e inocuidad por parte de todas las personas, bajo condiciones que permitan su adecuada utilización biológica, para llevar una vida saludable y activa”.
Pero como todo, muy bonito suena pero poco se hace. Veamos: el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (PNSAN) 2012 -2019 tiene un enfoque de riesgo y vulnerabilidad que parte de tres conceptos: i) una crisis alimentaria se materializa a través de un proceso de cambio producido por un evento (Ej. Coronavirus) y puede llevar a que personas que antes no padecían hambre o no estaban en condición de inseguridad alimentaria, empiecen a estarlo; ii) un evento no afecta a todas las personas en la misma dirección (puede generar resultados diferentes a diferentes grupos o personas); y iii) un evento puede llevar a los grupos a una situación de inseguridad alimentaria con diferente grado de intensidad y predictibilidad. Como ven, nada de esto se ha tenido en cuenta en términos de planificación, es decir nadie en el pasado contempló que esta situación se podía presentar.
El Coronavirus nos ha dejado expuestos, sobre todo porque somos conscientes hoy en día que cualquier cosa puede pasar y debemos estar preparados, desde una guerra que genere un bloqueo en nuestras carreteras a través de las cuales se transportan los alimentos que llegan a la mesa, hasta un simple paro, hoy por hoy nos damos cuenta que el tema de la seguridad alimentaria se le debe prestar mucha atención.
Pero entonces, ¿Qué hacer? En el corto plazo es importante la organización de los pequeños productores que ya existen en la ciudad, con el fin de garantizar la logística para comercialización de sus productos y así analizar su capacidad de producción y logística. Que bueno sería que en el marco de la emergencia los productores locales organizados en un frente común, pudieran enviar los mercados a domicilio a todos los barranqueños.
En el mediano plazo, es importante que este tema sea incluido en el Plan de Desarrollo y Plan de Ordenamiento Territorial, sumado a que se definan estrategias que garanticen la planificación, organización y puesta en marcha de un proyecto serio que incluya a toda la cadena y permita a los pequeños productores y comercializadores (incluye plazas de mercado), contar con los requerimientos que exige la ley para el desarrollo de la actividad y así dar viabilidad a este sector económico. Esto incluye una política pública, la protección y vocación del suelo y por supuesto la asignación de recursos para la tecnificación de este sector.
Finalmente, en el largo plazo, es necesario el compromiso de todos los actores sociales con el fin de lograr la sustentabilidad, es decir, que la intención y acción dure en el tiempo. El petróleo nos ha hecho sordos a las múltiples posibilidades que tenemos y nos ha cegado a las infinitas oportunidades que nos ofrece nuestra tierra. Rezo para que esta situación nos lleve a la reflexión y nos permita entenderla como una oportunidad para el campo y los campesinos.
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