Un hombre de 57 años de Estados Unidos se ha convertido en la primera persona del mundo en recibir un trasplante de corazón de cerdo. La intervención, realizada en el Centro Médico de la Universidad de Maryland, ha sido un éxito. No obstante, queda por delante comprobar que no se genera el rechazo al órgano.
Aunque el equipo médico que ha realizado la intervención es optimista en este sentido por dos razones. Por un lado, porque el cerdo elegido procede de una piara modificada genéticamente para eliminar los genes que causarían el rechazo. Y, por otro, porque al cóctel normal de fármacos se ha añadido otro cuyo objetivo es precisamente potenciar esa inmunosupresión que evita que el cuerpo ataque al órgano nuevo.
Es un paso de gigante en el desarrollo de trasplantes de órganos de otras especies, conocidos como xenotrasplantes. Es algo que se ha estudiado durante siglos, pero que hasta ahora no había sido viable, por no tener la medicina los avances suficientes para afrontarlo. Por eso, el éxito logrado de momento es una gran noticia, que ojalá encabece una lista futura con muchas más.
Del fracaso al éxito en el trasplante de corazón de cerdo
Una de las primeras personas en realizar trasplantes de órganos procedentes de otros animales fue Serge Voronoff, quien trasplantó testículos de chimpancé a varias personas en la década de 1920.
Más tarde, entre 1963 y 1964, otro médico, el estadounidense Keith Reemtsma, realizó trece trasplantes de riñón de primates no humanos. La mayoría tuvieron una supervivencia de varias semanas; que, dado lo pionero de la técnica, se consideraron un éxito. Uno de los pacientes incluso vivió nueve meses. Y podrían haber sido más, pues la autopsia evidenció que la muerte no había sido por un rechazo al órgano.
En cuanto a los trasplantes de corazón procedentes de otras especies, el primero en realizar uno fue el doctor James Hardy, en 1964. El receptor fue un paciente moribundo para el que no se encontró ningún donante humano, y el donante un chimpancé. Por desgracia, el corazón del primate no pudo soportar la circulación normal en el cuerpo humano y el paciente murió en unas horas.
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Por lo tanto, la primera vez que se realizó un trasplante de corazón de una especie no humana relativamente exitoso fue en 1984. En su caso la receptora fue Stephanie Fae Beauclair, una bebé nacida con una patología conocida como síndrome del corazón izquierdo hipoplásico. Las personas que nacen con esta enfermedad tienen el lado izquierdo de su corazón tan subdesarrollado que no puede soportar la circulación sistémica. Es tan grave que puede provocar el cierre del conducto arterioso y, con ello, el shock y la muerte del recién nacido.
La única solución es la cirugía y, en muchos casos, el trasplante de corazón. Por eso, con esta niña se optó por esto último. No obstante, a falta de corazones compatibles con ella, el equipo del doctor Leonard Bailey recurrió a uno de babuino. La intervención inicialmente pareció ir bien, pero por poco tiempo, ya que la pequeña falleció 20 días después por el rechazo del órgano.
El caso, conocido como el trasplante de Baby Fae, generó un gran rechazo hacia los xenotrasplantes, a pesar de ser el que había generado una supervivencia más larga. No obstante, con el tiempo se pasó a un procedimiento intermedio, con la colocación de válvulas cardíacas de cerdo. El siguiente paso era el trasplante de un corazón de cerdo completo. Pero era necesario hacerlo bien.
Por eso, durante años se ha procedido a desarrollar cerdos modificados genéticamente para poder trasplantar su corazón a humanos. En total se les modifican 10 genes. Para empezar, se eliminan tres genes propios del cerdo, responsables del rápido reconocimiento y rechazo por parte del sistema inmunitario humano. Por otro lado, se insertan seis genes humanos, responsables de la aceptación por parte de este mismo sistema. Y, para terminar, se modifica otro gen del cerdo, con el fin de evitar el crecimiento excesivo del tejido cardíaco. En definitiva, el corazón de cerdo se disfraza de humano, de modo que pueda sobrevivir a un trasplante en nuestra especie.