“Lo primero que se muestra la vida de un hombre tan involucrado en la actividad pública de un país, como fue Rodrigo Lara, y los personajes que lo rodearon, amigos y enemigos, es que la política es una apuesta vital del hombre con la historia. Pocas actividades involucran tan profundamente el alma humana, como la lucha por el poder.” Es la sinopsis del libro titulado Rodrigo Lara, caminos de gloria, rutas del infierno del abogado y escritor huilense Alberto Carrera Carrera.
Hablar de Rodrigo Lara Bonilla no es hablar de cualquier persona que camina por las calles de la ciudad que hace una vida cotidiana; o hablar de cualquier persona que se haya inmiscuido en la política en la actualidad la cual se ve involucrado posteriormente en problemas legales por comportamientos irregulares en el ejercicio de sus funciones (llámese concejal, diputado, congresista, alcalde, gobernador, entre otros). Hablar o escribir de la vida de un hombre que estuvo tan inmerso en la política como lo fue el político huilense es hablar de la voluntad social y política que tuvo para ofrecerle a la ciudadanía una sociedad digna de vivir; o como he escrito en anteriores columnas, fue un hombre que dio la vida por la patria, y hoy día, hay quienes dan la patria para darse la gran vida. La vida de Lara Bonilla es recordada en su ciudad natal, Neiva, capital del departamento del Huila; pero también es recordado en todo el territorio nacional porque, a cuentas claras, fue un hombre que se enfrentó de frente y sin cuartel a un grupo de criminales que era llamado “El cartel de Medellín”, cuyos líderes fueron Pablo Emilio Escobar Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha (alias el mexicano), entre otros individuos que no merecen ser enunciados en esta columna.
Lara Bonilla intensificó su ejercicio político desde muy temprana edad, desde que hizo parte del movimiento político llamado Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) fundado por el expresidente López Michelsen. Luego abrió su camino y fundó el movimiento político llamado Dignidad Liberal. A partir de ese movimiento político, mostró su tenacidad en el ejercicio complejo de la política y conoció más a cabalidad las condiciones que vivían sus paisanos en Neiva. Conoció de primera mano a altos políticos del Huila y poco a poco, con el pasar del tiempo, su nombre se hizo notar más y más al punto que se convirtió en un referente político el cual la ciudadanía le concedió la confianza para que lo representara en corporaciones públicas. Empezó siendo concejal, diputado, representante a la cámara, senador; fue, igualmente y recién graduado como abogado en la Universidad Externado de Colombia, en un corto periodo, alcalde de Neiva por virtud del nombramiento del presidente Alfonso López Michelsen.
Esa ascendente carrera política que tuvo el político huilense le concedió la dignidad de ser nombrado como ministro de Justicia en el año 1983 durante el mandato del expresidente conservador Belisario Betancur. Leyendo algunos textos acerca de la vida del político opita, en mi opinión, fue un nombramiento acertado por parte del entonces jefe de Estado para que Lara Bonilla pudiera demostrar ante el país que se puede hacer política limpia y transparente; que no es menester acudir a los medios ilícitos para llegar al poder o a un cargo de alta dignificación. Prístino en su actuar personal y público, lo hicieron merecedor de ocupar el digno cargo en el ministerio de justicia para establecer un acceso a la justicia más eficaz, teniendo de esta forma que los colombianos pudieran tener acceso a la misma a través de la diligencia de los funcionarios públicos del sector.
Como todo no es color de rosa, la historia nos narra que el político huilense fue víctima de una trampa por parte de algunos enemigos políticos que tenían el exclusivo propósito de enlodar su nombre al acusarlo de haber recibido un cheque por el valor de un millón de pesos ($1.000.000) para su campaña al Senado de la República por parte del narcotraficante Evaristo Porras. Cabe aclarar que en el año 1983, un millón de pesos era demasiada plata. Lara Bonilla, como un hombre íntegro, sin mácula que lo señalara por mala conducta, salió a la palestra pública para exponer sus argumentos defendiendo su inocencia, al manifestar que el cheque que había sido recibido presuntamente por sus manos, no fue así, ni mucho menos para financiar su campaña política al Senado de la República; que dicho cheque había sido recibido por su amigo Julio Bahamón para finiquitar algunas compras en la ferretería que era propiedad familiar. Esta estratagema sucedió en el año 83 y es conocido como “el debate de los dineros calientes”, el cual fue iniciado por Lara Bonilla como senador de la república para denunciar la entrada de dineros calientes, o del narcotráfico en algunos sectores de la sociedad como el deporte, en la iglesia, e incluso en la política.
Ante esos señalamientos que Lara Bonilla tuvo que soportar y la soledad en la que se tuvo que enfrentar al ver que sus amigos y aliados políticos lo dejaron solo en esta lucha, el político huilense se enfrentó de frente y sin cuartel ante los señalamientos del capo Pablo Escobar junto con sus respaldos políticos Alberto Santofimio Botero, Ernesto Lucena y Jairo Ortega. Fue una lucha intensa que tuvo el ex ministro de justicia y ante la soledad en que se encontraba le confesó a la periodista Maria Jimena Duzán lo siguiente: “el único respaldo que tengo es de El Espectador”, (léase el libro Crónicas que matan, de la periodista en mención), el periódico más conocido en Colombia, fundado en 1886, bajo la dirección del periodista Guillermo Cano, que apoyaba al político huilense en su lucha contra el narcotráfico y su baile con la muerte.
Infortunadamente, por orden de Pablo Escobar, al verse presionado por las acusaciones de Lara Bonilla, y ante las denuncias instauradas en su contra y el logro que tuvo el ministro que la embajada americana le cancelara al visa al jefe máximo del Cartel de Medellín, dos sicarios acabaron con la vida del ex ministro de justicia, el 30 de abril de 1984 a la altura de la calle 127, a las 7:30 pm. Por eso hoy se conmemora 39 años del hombre que dio su vida por el bien del país, sacrificando no solo su vida sino también la de su familia y la de sus hijos. Un hombre que en tiempos postreros no volveremos a ver en el buen ejercicio de la política.
Le puede interesar: Intento de una reflexión muy inconclusa
“Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten. No representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de Dígame”