La familia de Sara Millerey González fue protagonista en los dolorosos momentos posteriores a su asesinato, marcados por el amor, la impotencia y la indignación. En el barrio La Aldea, donde Sara vivía, sus seres queridos se reunieron para despedirla en medio de lágrimas, recordando su personalidad alegre, su carisma y sus logros, como cuando logró graduarse como bachiller estudiando en horario nocturno. Para sus familiares, Sara era más que una víctima: era una mujer valiente que desafiaba las adversidades con una sonrisa y que se sentía feliz siendo ella misma, luciendo sus vestidos y pelucas por las calles del municipio.
Uno de sus parientes compartió una anécdota que refleja lo cotidiano y humano de Sara: aquel día, antes de desaparecer, discutió con un conocido porque le había pedido dinero para comprarse jabón y ropa, pero no le dieron lo suficiente, lo que la hizo molestarse. Más tarde, su madre recibió la llamada que ninguna madre quiere contestar: le dijeron que su hija había sido agredida y estaba en una quebrada. Ella corrió desesperada hasta el lugar y encontró a su hija malherida, aferrada a unas ramas para no ser arrastrada por el agua. A pesar del shock, su instinto materno la sostuvo mientras pedía ayuda a gritos.
La familia vivió una experiencia desgarradora al ver cómo varias personas presenciaban el sufrimiento de Sara sin prestarle auxilio, grabando en lugar de intervenir. La falta de humanidad en ese momento crítico dejó una herida profunda en el corazón de sus seres queridos. Solo hasta que llegaron algunos solidarios transeúntes, junto con la Policía y los Bomberos, Sara pudo ser rescatada, aunque ya era tarde: las lesiones eran demasiado graves, y murió horas después en el hospital.
Ahora, sus familiares no solo lloran su ausencia, sino que exigen justicia con fuerza y dignidad. Han alzado la voz frente a los medios y las autoridades, pidiendo que el caso no quede impune. La familia se aferra a su memoria, exigiendo que su nombre no sea olvidado, y reclamando medidas reales para proteger a las personas trans, que siguen siendo víctimas de violencia sistemática en Colombia. Sara era amada, era valiosa, y su historia es también la historia de quienes la amaron hasta el último momento.