Jayder Parrado, huérfano desde los 7 años, se cansó del maltrato que le daba la familia que lo cuidaba. El ICBF sabía de la situación y no hizo nada.
Habría tenido una vida difícil bajo condiciones precarias tratando de salir adelante con el esfuerzo de la madre, quien turnándose entre varios trabajos, conseguía lo necesario para mantenerlo y subsistir; no obstante, sólo pudo vivir hasta los siete años de Jayder Iván, momento en que para él empezaría una vida cargada de gran tristeza y dificultad que al parecer lo llevó al suicidio.
Ante el abandono en el que quedó el niño, fue acogido por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, pactando visitas cada seis meses con los únicos familiares que le quedaban, quienes lo recibían en su casa, pero curiosamente, él siempre prefería regresar al Instituto.
Las razones para que el menor siempre quisiera regresar al ICBF, resultarían ser de clara violencia y exagerados maltratos que recibía por parte de sus tíos, según argumentan los testigos;
“Lo obligaban a vender dulces en la calle y lo amarraban dentro de la casa, donde lo dejaban sin comer por varios días sin razón alguna, mientras que le recordaban que él no era alguien de la familia, sino un aparecido que acogían”, relata uno de los testimonios.
Esta situación él la informaba cada vez que podía en el Instituto; sin embargo, nadie nunca le creyó, convirtiéndose en desesperación a niveles inesperados para el pequeño Iván. La única esperanza que encontraba el niño, era la activista Vannesa Hernández, quien en más de una ocasión intentó hacer ver la situación pero nunca rindió frutos su esfuerzo.
Además de las dificultades personales que estaría asumiendo en su casa, las situaciones académicas no le mejoraban, pues su institución quedaba muy alejada y no tenía ni siquiera zapatos para poder recorrer el largo camino. El claustro educativo, al igual que el ICBF, ignoraron la situación de maltrato por el que pasaba Jayder, quedando solo y sin ayuda.
Es por todo esto que el día cuatro de mayo, le mostró a una de sus únicas amigas unos lazos y unas sábanas con las que le dijo que le ayudarían a irse “para siempre”. Dicho lo anterior, Iván amaneció ahorcado al día siguiente, dejando un ambiente de melancolía y oscuridad en el país.
Este caso ha despertado además de la tristeza de los colombianos, las alarmas ante el destino de nuestros niños. ¿Está el ICBF cumpliendo su función? ¿Están los colegios cumpliendo una función social que vele por los menores? ¿Los colombianos estamos interesados por nuestra niñez? Son todas las reflexiones que nos deja este desgarrados caso.