Navidad en la ciudad roja

Navidad en la ciudad roja

En diciembre se estrenará la obra de teatro titulada ‘Días de abril en la ciudad roja’, nombre con el que se conoció a Barrancabermeja a finales de los 40’ por la organización social que salvó a la ciudad del desmadre en el que cayó el país tras la muerte de Gaitán. Alejado de esto, hoy la ciudad es roja por las más de 80 personas que han perdido la vida en este 2022 y por otras formas de violencia que tienen a muchas “María y José” huyendo de este pesebre. No obstante, aún brilla una estrella de esperanza.

Pero en la ciudad roja los sonidos de la pólvora navideña asustan y se confunden con el del fuego cruzado. Tan cruzado como los dedos que se acusan entre sí: los de arriba dicen que quienes deben actuar son los de más arriba, y los de más arriba dicen que la culpa es de los de abajo y viceversa.

En un diciembre de la ciudad roja la gente se congrega en las calles buscando pequeños momentos de felicidad, porque eso es lo que hay. Mañana levantarán las tarimas y los espacios seguirán sucios y abandonados. Solo se logra la fotografía de la multitud y mostrar resultados aparentes de convocatorias a las que la gente asistió porque no hay más que hacer.

En la ciudad roja, una forma de violencia es robarse el presupuesto de los procesos culturales, sociales y económicos facturando actividades. Aquí los procesos son vistos como enemigos, porque dejan ver que se puede hacer mucho con muy poco, que el problema no es de plata sino de voluntad y transparencia.

En la ciudad roja cuestionar no es posible, porque la ciudad lo tiene todo y así está bien. Quien alza su voz se atiene a las consecuencias. Solo se rumora en los pasillos que se necesita un cambio y se ruega por un salvador que derribe los pecados de palabra, obra y omisión que condenan a la ciudad, porque aquí nadie es capaz de reconocer que es por mi culpa, por tu culpa, por nuestra gran culpa.

En la ciudad roja abundan los que agradecen mal, esos que no diferencian un favor de una responsabilidad. Que aplauden al cajero automático cuya obligación es entregar la plata. Esta forma de violencia ha hecho que estas personas sufran del síndrome de Shakira que las ha vuelto ‘bruta, ciega, sorda y muda, torpe, traste y testaruda’.

En la ciudad roja llenaron a la gente de hambre para comprar su silencio con un pan, un contrato o un favor. La llenaron de discursos que ya nadie cree, pero que todo el mundo compra con la esperanza de arañar algo.

Dicen que la ciudad roja se pone caliente para levantar una gran cortina de humo que logre cubrir a los medios de comunicación de noticias fatales, medios de comunicación que les toca correr al sonar de las sirenas que ensordecen la ciudad. Mientras en el departamento la noticia es el despido del director de Indersantander por corrupción, en la ciudad roja los titulares son de muertos.

En la ciudad roja, a veces hay un atisbo de lucidez. Quiero pensar que hay muchos que saben que este pesebre no necesita más burros y vacas, sino hombres y mujeres que ante la realidad caminen el próximo año hacia una estrella que nos alumbre a todos y todas.

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