Hace unos días oía un podcast en el que, entre tantos temas, hablaban de las carencias de la juventud para afrontar todas y cada de las eventualidades de la actualidad, se nos señalaba de hipersensibles, desinteresados y bastante delicados. Este discurso es sorpresivamente repetitivo, pues no es la primera vez que escucho a personas mayores desmeritar casi que sistemáticamente a la generación nacida en la primera década de los 2000.
Entre muchos nombres, se les ha atribuido una gran diversidad de apodos a las generaciones que han estado en el mundo desde la posguerra, Baby Boomers, a aquellos nacidos luego de la segunda guerra mundial; Generación “x”, llamados también los inmigrantes digitales, jóvenes que gozaron de los cambios especialmente en la música en la década de los 80´s, cuya generación es la dueña del discurso despectivo hacia la hoy mal llamada “generación de cristal”.
Y es que, aunque parezca indefenso, la transición al nuevo siglo, ha traído consigo un sinfín de acontecimientos de sobre-impacto social y cultural, que incide en la forma en como operamos, gestionamos y resolvemos lo que hoy por hoy aqueja al mundo.
La generación X, descaradamente ha tomado una postura radicalmente peligrosa frente a lo que hoy la generación del No
Silencio (hay que llamar las cosas por lo que son), ha irrumpido con ruido a lo que se había normalizado por siglos en la sociedad. El término “cristal”, dando una connotación de fragilidad, es el adjetivo atribuido a masas demandantes, a colectivos defensores de lo que se considera injusto, a cero tolerancias a abusos y maltratos, la generación que protesta contra el racismo, la misoginia, la contaminación ambiental, la violencia de género, la discriminación, entre otros flagelos, que la generación “x”, había normalizado siempre, desde el silencio y la sumisión, o del “mis padres nunca me llevaron a psicólogo y traumado no estoy”, dando como resultado adultos con un niño interior roto, adultos que no saben gestionar sus emociones y que nunca sanaron, y que consecuentemente, esta generación debe sanar de los padres “x”.
Entre muchos aspectos que explican “la fragilidad” de las nuevas generaciones, creería que el que más ignoramos, es la fuerte incidencia de la tecnología en los infantes y adolescentes de la actualidad, el fácil acceso al conocimiento, a la información y los nuevos esquemas comunicativos, han forjado silenciosamente una intolerancia a todos y cada uno de los discursos de odio fundados generacionalmente, y en esta medida normalizados, la opinión disfrazada de libertinajes y tradiciones, entre otros aspectos, que hoy por hoy, la generación joven toma riendas haciendo ruido molesto en los oídos de los adultos escandalizados, irónicamente evidenciando que los verdaderamente frágiles, son otros.
Pasar los 90’s a los 2000 ha mostrado con lo que estas nuevas mentes deben lidiar, un cambio en la cultura, un cambio en la
educación, un cambio en las idealizaciones religiosas, cargar con un machismo, homofobia, misoginia, y los rezagos que el siglo pasado aun deja y sigue salpicando en las formas de las nuevas políticas y modelos de educación que se comienzan a impartir en este nuevo siglo.
Sí, esta generación se deprime, se llena de ansiedad, se suicida y se vuelva loca, y lo más particular del asunto, es que la generación “x”, y la generación detrás de esa, también lo hacía, sólo que ahora se busca tratar, cerrar con un circulo de veneno fundado en el silencio.
Somos sensibles porque por fin podemos hablar de nuestras emociones, porque a diferencia de los “x”, buscamos sanar para que nuestros hijos no deban sanar de tenernos como padres. No soy frágil si estoy en contra de que papá le pegue a mamá, no soy frágil si estoy en contra de que se discrimine a alguien por sus preferencias sexuales, por su color de piel o por su acento, no soy frágil por pelear para que las mujeres tengan igualdad de derechos, y no soy frágil por no permitir que un adulto me falte el respeto sólo porque es adulto.
Desde aquí, debo decir que lamento mucho que a los “x” sus papás les hayan golpeado brutalmente, lamento muchísimo que nunca hayan tenido en cuenta sus emociones, o que se hayan desvivido deshumanamente por conseguir algo que debía garantizárseles, y lo que lamento aún más, es que vociferen y expongan públicamente con orgullo todos esos abusos, finalizando con “gracias a eso, soy lo que soy”, porque directamente, no, nos gusta lo que son… Dolorosamente envían sus mensajes para una generación que ya no existe, un delirio de las mentes que ellos desafortunadamente aún son, intentando mantener esquemas para un sistema que ya cambió, uno que intenta liberarse y ser un lugar seguro.
El paso para el nuevo milenio debe ser un voto de confianza por la libertad, las cero hostilidades, de una sociedad de adultos funcionalmente estables, sanos, que vayan al psicólogo; para que la próxima vez que el abuelo que va al monte a pelear con el diablo, también hable de su ansiedad y pueda canalizarla, contarles a sus nietos que ganó la pelea, y enseñarles como ellos también la pueden ganar.
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