Las teclas resonaban desde el corazón de don Luis Beltrán Serrano, quien llegó a Barrancabermeja, Santander, en la época del 80’s, como dicen en mi pueblo, con una mano adelante y otra atrás. Sus pasos lentos lo trajeron desde la tierra de la llorona loca hasta el puerto petrolero y aquí comienza la historia entre teclas que ha sostenido económicamente 5 generaciones.
Se enamoró y fue a vivir con su señora, con quien tuvo 11 hijos, vivían en el barrio el campin, comuna 6 de Barrancabermeja y en medio del polvorín, su casa de techos de zinc y el inclemente sol de esta tierra empezó a ser papá. Era amante de leer y escribir, así que alzó su bandera y se puso en la tarea de aprovechar ese talento y le sacó el jugo hasta hacerlo su herramienta de trabajo. Su decencia relata que fueron años difíciles, donde escaseaban las oportunidades laborales, así que él un día abrazó su talento y se fue a las calles del popular Callejón Gutiérrez a ofrecer sus servicios como redactor de cartas.
La labor llamaba la atención, pues en ese entonces, dedicarse a eso era una burla a quienes habían estudiado este arte. Pero él, convencido que tenía que sacar a esos 11 muchachitos adelante, día a día llegaba a mitad de la calle en el andén y expuesto al inclemente sol con su máquina de escribir y empezaba a redactar. En el 2005 falleció y desde ahí la dinámica económica empezó a florecer, fue entonces el turno para la viuda, quien le tocó ir a las calles a seguir haciendo lo que mejor sabían hacer.
La situación se agudizó cuando las autoridades los quisieron retirar del sitio así que empezaron a ser correteados, cuentan que como si fuera una competencia cada que a lo lejos se veía espacio público les tocaba pegar un pique, agarrar sus cosas y emprender la huida, durante años fueron llamados ‘los tinterillos’ y así les gritaban que se fueran y así se la pasaban siendo objetivo de desalojo y con las pilas puestas cuando fuera necesario correr.
Estuvieron de portada de prensa escrita en Barrancabermeja con el titular “Nuevamente desalojan a los tinterillos” y si, así fueron bautizados por la comunidad quien pese a que utilizaban sus servicios no los defendían.
Afortunadamente de máquina de escribir pasaron a computadores portátiles porque ¿se imagina usted correr con tremendo peso encima? Eso se vuelve una cruz.
En 2017 espacio público los censó y hoy son 10 primos que viven de esta dinámica económica que se sigue trasladando a sus generaciones.
Sin embargo, los 11 muchachos crecieron entre el resuene de las teclas y sin darse cuenta todos fueron aprendiendo de este arte del cual se enorgullecen y agradecen por haber aprendido, sin embargo, ya en el 2.000 los hijos de los hijos han podido estudiar carreras técnicas, tecnológicas y profesionales pero pese a todo siempre sus manos vuelven como el hijo pródigo a esta esquina de una mesa de madera y dos sillas plásticas esperando por los clientes en la esquina del juzgado en la calle 8b de Barrancabermeja.
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