Cuando se está ad-portas de una contienda electoral, las razones que motivan la elección del votante son diversas. Muchas personas asisten a votar para apoyar a un familiar, amigo o conocido; también están los que votan por la ilusión de recibir una retribución laboral, y otros electores no tan mencionados, son los coaccionados, suelen ser personas que tienen miedo de perder su trabajo. Las prácticas corruptas a la hora de una elección abundan.
El arrepentimiento del votante suele ser mayor según la investidura que otorgue el cargo. Las elecciones a Concejos, Asambleas, Jal, Cámara de Representantes e incluso el Senado, usualmente no generan tanta culpa, como haber elegido mal a un alcalde, gobernador o presidente. Los votantes suelen no recordar a quién apoyaron en las elecciones plurinominales celebradas con posterioridad. Por ese motivo es más fácil reprochar las decisiones emitidas por esas corporaciones públicas, que hacer una reflexión si el candidato que usted eligió y ganó, está haciendo un buen trabajo.
No es un secreto que hay un descontento generalizado con la clase política de todo el mundo. Antes de la forzada pausa a la que nos sometió el Coronavirus, las manifestaciones eran masivas en África, América, Asia y Europa.
Las movilizaciones amenazaban el statu quo, el miedo en algunos países se transformó en indignación y esperanza de cambio. La inmediatez con la que se conectan las personas para compartir opiniones permite que en un abrir y cerrar de ojos se organicen, aglutinen y manifiesten.
¿Cuántos partícipes de esas marchas habrán votado por el gobierno, que ahora quieren cambiar?; ¿cuántos arrepentidos podrán alzar su voz en contra del que alguna vez apoyó y promovió?; ¿qué tan legítimo será su lamento frente a los ojos de los que saben que usted votó por él está en el poder?
A menudo los que hacen proselitismo político (dependiendo de la causa política que este apoye), son juzgados de carecer de juicio e inteligencia; realizar esta acción motivado por las razones expuestas al comienzo de este artículo más no por convicción, puede hacerlo más propenso al arrepentimiento del voto, en contraposición, los que siente una filiación partidista con el gobernante, muy rara vez reconocerán que el mandatario o mandataria, gobierna mal.
Lo que callan todos aquellos que han votado y posteriormente se arrepintieron, es que realizar algún tipo de manifestación política, resulta socialmente difícil, usted siempre va a encontrar a alguien que le recuerde que votó por el gobierno actual; adicionalmente, que peor sensación causa saber que su voto se perdió, bien sea, porque el político no volvió a contestar, no conservó su empleo, o en su defecto el conocido, amigo o familiar perdió la elección.
Votar egoístamente no significa que sea ajeno a la realidad. Es de conocimiento público que hay corrupción, desigualdad, falta de oportunidades laborales; sumado a lo anterior, la educación es un privilegio de los adinerados o de los pilos que son merecedores de una beca. Votar por el que le ayude a conseguir trabajo, le consiga un cupo en un colegio, y le otorgue cualquier tipo de facilidad sobre los demás, infortunadamente, no sólo se vuelve válido, sino inteligente.
En lo electoral, ya se empezaron a ver algunos cambios; el Concejo más grande del país se renovó en un 51%, algunos analistas proyectan un escenario similar en las elecciones legislativas, sin embargo, es muy pronto para realizar un pronóstico, más aún con un presente incierto. Si hay algo seguro, es que mientras existan carencias de cualquier índole, el voto se viciará, y más arrepentidos habrá.
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Politólogo.
@SebastianRC94