Hoy me sorprendí diciéndole a mi mamá (aplauso) -Teresa qué hace allá abajo (en el patio), buscando caerse, hágame el favor y se entra, le llega a pasar algo…-. Recordé que eran las mismas palabras que ella usaba y mi cabeza estalló de reflexiones.
La Organización Mundial de la Salud – OMS ha informado que entre 2000 y 2050, la proporción de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará, o sea, pasará de 605 millones a 2.000 millones en el transcurso de medio siglo.
Cuando uno conoce estas cifras, el interés en el tema se incrementa y te das cuenta que no estamos lejos de esta realidad pues los pasos de tus abuelos, padres o cualquier otro familiar se han vuelto más lentos, se vuelven frecuentes las idas al médico por sus múltiples dolencias, te vuelves experto haciendo derechos de petición para que el seguro garantice los derechos a la salud, te preocupa que no se tomen la medicina en las horas adecuadas… la cosa es que están envejeciendo y no estamos preparados para afrontar esta realidad.
Es así como en estas nuevas realidades empieza a tomar mayor importancia la figura del Cuidador, una persona que realiza conductas de cuidado a otra que está en situación de dependencia. Sin embargo, Daysy Katherine Pabón, Psicóloga experta en psicogerontología, afirma que generalmente, quienes desempeñan este rol lo realizan de manera informal dada su relación familiar con el paciente, la falta de recursos para contratar a un profesional, lo que genera muchas dificultades como por ejemplo:
- La Feminización del cuidado. Porque culturalmente el cuidado es asignado a las mujeres.
- Mitos sobre el perfil del cuidador: si es soltero tiene más tiempo. “Yo tengo mi familia, ustedes no”.
- El aislamiento del cuidador. Porque en ocasiones el paciente requiere atención 24/7 y no cuentan con ayuda. En el caso de las personas que trabajan la preocupación se incrementa y se llega a experimentar niveles elevados de estrés y ansiedad.
- Depresión
- No reciben apoyos y por el contrario suelen ser cuestionados de forma constante por la forma como realizan su labor. ¿Por qué mi papá está más flaco? ¿Qué hizo con la plata que le di? ¿Por qué compró esto y no aquello? Entre otros cuestionamientos a los que se enfrenta día a día el cuidador.
- No tienen la posibilidad de formarse para el cuidado. Esto incluye el desconocimiento de las enfermedades que afectan al paciente y por ejemplo, no saben cómo reaccionar ante pacientes agresivos.
Cuando le preguntaba a mi abuela Margarita (Q.E.P.D.) que cómo estaba, ella siempre respondía “Cuando no me duele el moño, me duele el amarradijo, pero algo duele”, y es que ponerse en los zapatos de una persona convaleciente no es una tarea fácil, pero también, es difícil dejar a un lado aquello que soñamos hacer, para dedicar tiempo al cuidado del otro.
Al respecto, la psicóloga Daysy nos da algunas recomendaciones para quienes realizan la hermosa labor de cuidar:
- Recibir atención psicológica u orientación profesional antes de darse cuenta de que no puede más y se ha desbordado su capacidad.
- Es importante que el cuidador pueda contar con una red de apoyo. Un espacio de conversación con otras personas que realicen la misma actividad que les permita contar su experiencia. Todos necesitamos un abrazo y una palabra de aliento. ¡Ojo! Esto no reemplaza la terapia psicológica.
- “Cuidarme para poder cuidar” es decir permitirse un instante para su autocuidado. Disfrutar un café, un baño o simplemente dormir. En ocasiones el cuidador no tiene ni espacio para bañarse durante el día pues el paciente requiere de toda su atención.
- Informarse sobre la enfermedad que padece el paciente. Eso le permitirá ser más tolerante en los escenarios que genera la enfermedad.
Para el caso de los adultos mayores, algunas personas optan por “Institucionalizar” a su familiar, o sea, llevarlo a un centro u organización que se encargue del cuidado. Aunque culturalmente esto no es bien visto, hoy por hoy son más los adultos mayores que por voluntad propia toman esta opción, pues pueden contar con atención especializada y el ambiente de compañía con otras personas de su edad les reconforta.
Sin embargo, aquí surgen preguntas como ¿Los Centros para el cuidado de adultos mayor en la ciudad tienen personal capacitado y formado para este trabajo? ¿Quién regula las instituciones cuidadoras y cómo lo están haciendo? Y también, teniendo en cuenta las estadísticas de incremento de la población mayor ¿qué planes y estrategias se están implementando para atender a esta población de forma digna?
El tema es muy amplio y requiere de una planificación urgente. No obstante, si usted llegó hasta el final de esta columna, es cuidador y no tiene plata para atención psicológica profesional, la Psicóloga Daysy Katherine Pabón nos regala dos sesiones de atención psicológica vía virtual o telefónica ya sea para adultos mayores o cuidadores. Si está interesado escríbale a [email protected].
Si Dios lo permite, todos llegaremos a viejos algún día. Ya lo dijo el cineasta sueco Ingmar Bergman “Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.”. Ojalá que con los temas de la vejez no nos coja la tarde.