Haga usted el siguiente ejercicio. Siéntese a ver o escuchar en cualquier medio de comunicación un programa o pauta institucional, discurso de oposición, noticias, o escritos como el presente, frente a temas de gobierno, política o justicia, y verá que la mayoría de ellos incluye la palabra “paz” como componente impajaritable. La mención sale a flote de manera espontanea, casi que por reflejo; es como si de su pronunciación dependiera la legitimidad del discurso.
Los más hábiles oradores la tienen clara, ofrecer o reclamar paz se ha vuelto el discurso que mas concentra la atención de los colombianos, por lo que es la herramienta más utilizada para movilizar masas u opiniones; lo hacen tanto los unos como los otros, ya sea para recoger votos, para repuntar en imagen favorable, para buscar licencia social, y hasta para organizar manifestaciones públicas y otras cosas. En este país todo se da a nombre de la paz. Ahora, desde ya dejo claro que no es que esto me moleste, todo lo contrario, soy consciente de que este país y esta ciudad requiere que todos hablemos el lenguaje de la paz, pero no como nos lo han vendido, sino con hechos reales y concretos; como lo dice la canción, “como verbo y no sustantivo”.
“El discurso de la paz” cogió tanta fuerza que alcanzó hasta para tipificarlo en el derecho constitucional. La constitución de 1991 elevó a fundamental el derecho a la paz para todos los colombianos; sin embargo, ni la misma carta política, ni otro instrumento de orden legal o reglamentario nos ha informado como hacerlo efectivo, por lo que aún se mantiene como discurso; tanto que algunos con suficiente razón han dicho que este derecho hace parte de la letra muerta de nuestra constitución.
En el contexto actual, la paz si que ha tenido resonancia y su acepción jurídica ha venido tomando fuerza; esto a propósito de la denominada “paz total” ofrecida por el gobierno de turno. Vemos como novedad que ya le pusieron apellido al término, imagino que para distinguirla de la que en su momento ofrecieron los gobiernos anteriores. Frente al debate, llama la atención que todos los sujetos que apoyan la iniciativa, en sus ponencias valoran la paz, no ya discurso, sino como derecho y de rango constitucional; rasgan vestiduras en pro de garantizar su vigencia a favor de los colombianos; lo paradójico de la situación es que cuando por fin se empieza a reconocer como derecho, como acreencia, como patrimonio de cada uno de los colombianos, y no como simple “discurso”, se hace con la única intención de darle relevancia jurídica (que nunca ha tenido), para poder hacerla oponible y ponderarlo frente a otros derechos de igual rango constitucional, como el derecho a la justicia, a la verdad y la reparación de las víctimas del conflicto armado o de las organizaciones al margen de la ley. La lógica que rige la estructuración de este nuevo marco jurídico para la “paz total” está claramente decantada, y en realidad no dista mucho de la planteada en las iniciativas de los gobiernos anteriores; al parecer se mantiene vigente la teoría que afirma que la única manera de garantizar el derecho a la paz de los colombianos es limitando, no anulando dicen ellos, otros derechos constitucionales, e incluso cercenando la obligación estatal de perseguir y sancionar las conductas punibles.
Una vez se hizo pública esta iniciativa del gobierno; cual enamorados, razones van y razones vienen. Todos han venido anunciando su deseo de montarse al bus de la paz total; desempolvando la retórica doctrinaria consignada en el acta de constitución de sus respectivas cofradías. Sin embargo, llama la atención que este segundo semestre, se ha caracterizado por el mayor número de ataques contra la fuerza pública en los últimos años. No pude evitar que me llegara a la mente esa frase grosera, muy común en nuestra tierra, pero que maquillaré con eufemismo, “piden paz con escopeta”.
Como vemos, el gobierno y sus pares de discusión en la mesa, si han entendido para que sirve el derecho a la paz, ¡la tiene clara!, los que nunca entendimos para que sirve somos nosotros. Esperemos que esta nueva paz, sea diferente a la otra paz, para que todos por fin podamos vivir en paz. Con esta última sumo 17.
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