Aquel género urbano musical que cada fin de semana retumba en las discotecas y que se ha apoderado de las emisoras nacionales, qué tan perjudicial puede ser en la formación social de los infantes colombianos. Cada vez son más los menores que a todo pulmón cantan y bailan los reggaetones de moda.
Con distintos son los fundamentos que promueven el respeto y libertad por este tipo de música en comparación con la coyuntura social que vienen padeciendo las mujeres colombianas. Es fácilmente perceptible el mensaje que estas canciones traen consigo, incitando a la infidelidad, el sexo desbordado y constantemente estar bajo los efectos de una fiesta.
Por el contrario las mujeres a diario exigen ser respetadas, con todo el derecho que amerita, a no ser consideradas objetos sexuales ni mucho menos mercancías de quienes intentan sobrepasar los límites para con ellas.
No se trata de considerar que este género musical es el culpable de las situaciones trasgresoras que tristemente hasta las infantes han padecido, pero tampoco se puede negar que la música, la publicidad, la literatura, la televisión, la fotografía, la pintura y demás expresiones humanas traen consigo mensajes intrínsecos que no siempre son interpretables o interpretados fácilmente por quienes perciben dichas expresiones, y por el contrario terminan alojándose en el subconsciente causando actuares que muchas veces no se logran entender.
Sería justo coordinar acciones que cuarten las razones que llevan a una comunidad a desarrollarse de ciertas maneras, seguramente saldrán los defensores del reggaetón a opinar la injusticia que se comete, pero se debe sostener que el actuar de unos pocos no debe empañar el beneficio de la mayoría, siempre y cuando sí sea la mayoría.