Foto/Juan Camilo Pedraza, El Tiempo
En la mayoría de sociedades, las armas pueden ser vistas como un símbolo de superioridad y control. En Colombia, la presencia de armas ha estado directamente relacionada con grupos armados y el nivel de autoridad que desplegaban en las zonas de conflicto. En las que se perpetuaba la violencia, a través de un estrecho vinculo de poder y dominación sobre la población afectada.
Es entonces que dentro del marco de los acuerdos de paz, la semana pasada las FARC entregó el 60% de las armas que poseían a la Misión encargada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), quien desde el 1 de marzo del presente año se dio a la tarea de monitorear y verificar el arsenal usado por los ex combatientes durante el conflicto.
Así, la última fase del proceso de dejación de armas se dará este martes, haciéndose entrega del 40% restante de las cerca de 7.000 armas registradas.
El desarme, es un paso fundamental que garantiza la seguridad de la etapa de implementación de los acuerdos dentro del proceso de paz. En este sentido, es importante aclarar la diferencia entre desarme y en este caso, entrega y destrucción de las armas, pues la primera puede referirse a la transferencia de armas a otro grupo o su almacenamiento, mientras la segunda indica la renuncia de las mismas y por lo tanto, el fin definitivo del conflicto armado.
No hay duda que Colombia está pasando por un momento crucial en su historia, pues por primera vez estamos a puertas de construir las bases para la articulación de una sociedad que por más de 50 años solo ha conocido dolor.
No obstante, para que se empiece a construir la paz y se consolide la institucionalidad, es necesario empezar por la articulación de todos los actores del conflicto armado.
Ahora bien, el Gobierno Nacional y las FARC han determinado una hoja de ruta con los acuerdos de paz, y un proceso de DDR (Desarme, Desmovilización y Reintegración), con este, los ex combatientes tendrán beneficios para adaptarse a la vida en comunidad, pero también sanciones para resarcir la carga de daño provocado en los años de violencia.
Precisamente, uno de los avances que permitirá su reinserción a la sociedad es la entrega de armas, ya que estarán reconociendo su pertenencia dentro de la comunidad, no como un brazo armado en el conflicto, sino como colombianos dispuestos a luchar por la unificación del país.
El esfuerzo de los excombatientes en la construcción de confianza y la credibilidad que han demostrado ante el Gobierno, los observadores internacionales y la sociedad debe verse recompensado. Es el momento de estar unidos como país, de dejar a un lado los intereses políticos y personales y de encaminarse a la reconciliación, al establecimiento del derecho por encima de la violencia y en últimas, la promoción de la paz a partir del debate.
Autor: Laura Villaquiran
Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales
Universidad Externado