El 27 de abril es la fecha en la que el país, se supone, saldrá del aislamiento social obligatorio y total; se espera por parte del gobierno nacional que el tiempo de la llamada “cuarentena” haya sido suficiente para aplanar la curva del contagio. Es decir, haber logrado pasar del crecimiento exponencial y vertiginoso de la propagación del virus a un escenario de menor frecuencia que facilite la atención médica de todos los posibles casos en un periodo que puede extenderse a lo largo de los próximos seis meses.
Sin lugar a dudas, la medida del aislamiento social adoptada oportunamente en el país ha sido positiva, pese a las enormes dificultades que ha implicado, especialmente, para las personas de bajos recursos y vinculadas al sector informal de la economía; otra sería la situación si la ciudadanía, y particularmente algunos gobernantes locales no hubiesen tomado la iniciativa de contener la expansión del virus. Tal vez estuviéramos frente a hechos como los que se han reportado en países como Italia, España, Estados Unidos, donde los muertos se cuentan por millares y el colapso de las ciudades es irreparable.
Sin embargo, las cifras actuales de contagiados confirmados en el país, junto a los datos de muestras realizadas que hasta esta semana se terminaron de analizar, amén de la baja tasa de pruebas implementadas (Se estiman hasta el momento aproximadamente 1000 por cada millón de habitantes mientras países como Corea del Sur han implementado 10 veces más) genera un clima de preocupación e incertidumbre sobre si realmente el mentado aplanamiento de la curva es una realidad; pues, sin una intervención efectiva en materia de pruebas es muy difícil identificar y controlar el crecimiento de un contagio cuya variable principal es la asintomatología y por lo tanto desarrollar los protocolos para el manejo y aislamiento del virus a partir de los casos positivos. Recordemos que hasta en un 80% de los casos no se reporta ningún tipo de fiebre, ni tos, etc. Asunto reconocido incluso por el propio ministro de salud, Fernando Ruíz, quien expresa que en el país habría 12 mil personas contagiadas (Tres veces más que las que se reportan por parte del Instituto Nacional de Salud).
Lo anterior constituye una razón para pensar que los hechos apuntan por otra vía y que el país deba no solo mantenerse por más tiempo dentro de la “cuarentena” total sino resolver amplios déficits como los que reporta el sector de la salud, el cual no ha contado con el respaldo técnico-científico ni financiero por parte del gobierno nacional. Son innumerables las denuncias de médicos y trabajadores de la salud que por todos los medios vienen insistiéndoles al ministro de salud y al presidente de la república que no cuentan con los elementos básicos de protección y de barrera biológica. Según datos de la Federación Médica Colombiana solo el 45% de los médicos tiene tapabocas, 21% gafas de protección, 5% escudo facial y menos de 3% trajes de bioseguridad. Es decir, esa denominada primera línea de lucha contra el Coronavirus se encuentra desprotegida, infravalorada y arrojada al sacrificio inminente.
Por otra parte, las unidades de cuidados intensivos, vitales para atender el inevitable estado crítico de los pacientes con el avance de la epidemia, no superan las más de 5300 en todo el país, con el agravante que solo del 10 % al 15% cuentan con las condiciones adecuadas para el tratamiento del Coronavirus y la estrategia del gobierno en esta materia no ha sido la de aumentar el número total de estas unidades sino la de habilitar las ya existentes para el tratamiento del virus. Actitud que contrasta mucho con la decisión de Claudia López, por ejemplo, de crear 4000 nuevas unidades de cuidados intensivos a partir de las unidades de cuidados intermedios existentes y de crear una nueva infraestructura hospitalaria temporal equivalente a la mitad de la red pública hospitalaria actual de Bogotá capaz de atender la demanda de cinco departamentos allende a la Capital: Cundinamarca, Meta, Boyacá, Huila y Tolima.
Como vemos, después de un mes de aislamiento social obligatorio, cuyo propósito central era el aplanamiento de la curva del contagio y la adecuación del sistema de salud para enfrentar el avance del coronavirus en una fase de apertura social; la realidad dista mucho de eso.
Los déficits de pruebas de detección, agravados en este momento por la carencia de reactivos, conjuntamente con la desatención gubernamental del sector salud pese a los anuncios rimbombantes de inversión monetaria, evidencian una pésima gestión que hoy tiene en ascuas a los médicos y salubristas del país que están presenciando como sus colegas caen rendidos en la primera línea.
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Coletilla: La corrupción abunda en tiempos de pandemia. En el país se reportan por doquier serias inconsistencias en contratos hechos recientemente por alcaldías y gobernaciones para atender el hambre de decenas de miles de ciudadanos de bajos recursos. Corrupción que complica mucho más el manejo de la situación. Por cuenta de las anomalías en la plataforma de Ingreso Solidario muchas familias aún no han recibido ni un pedazo de pan.