Aunque la gonorrea, de acuerdo con los papiros egipcios ya era conocida 3.000 años antes de Cristo por los estragos que causaba principalmente en Asia, solo hasta la época de Hipócrates (400 años antes de Cristo) se conocieron exactamente sus daños directos en los genitales masculinos. Sin embargo, fue Galeno, un poco más de 500 años después, quien bautizó a este mal con el término de gonorrea, al ver que se instalaba en los genitales (‘gonos’) en forma de un flujo (‘rheo’) amarillo; es decir, como una especie de “flujo de semilla” porque se creía que la secreción purulenta contenía espermatozoides.
Estudios de la Organización Mundial de la Salud y el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos, entre otros, han comprobado que en los últimos tres años se han desarrollado cepas de la infección resistentes a la mayoría de los antibióticos disponibles, algo que para Wenda Hughes, jefa de la Unidad de Monitoreo de Infecciones Sexualmente Transmitidas, en el Reino Unido, se ha convertido en un verdadero problema global de salud pública porque en algún momento, en el futuro, va a ser una infección imposible de combatir.
Jeanne Marrazo, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Alabama, en declaraciones para el ‘The New York Times’ dijo que cuando se toman antibióticos para manejar infecciones en la garganta, las bacterias que viven allí quedan expuestas y pueden generar mecanismos de resistencia, lo cual no produce mayor preocupación porque estas no son dañinas. Pero otra cosa ocurre con la gonorrea, que no es un habitante común en estos sitios.
Los síntomas de la gonorrea con frecuencia aparecen de dos a cinco días después de la infección, aunque en algunos hombres puede tardar hasta un mes o incluso en algunas personas, ser asintomática.
Las molestias más frecuentes son dolor, ardor al orinar, dolor de garganta, fiebre en casos severos, secreción peneana de color blanco o amarillo, sensibilidad testicular en los hombres, dolor intenso en la parte baja del abdomen y secreciones vaginales anormales en las mujeres.
En casos complicados, puede haber signos de infecciones graves en general y en las mujeres enfermedad pélvica inflamatoria que puede llevar a la esterilidad.