Es importante señalar que el proceso independentista en Colombia no se limitó a un solo día. Los hechos ocurridos el 20 de julio de 1810 fueron precedidos por la Revolución de los Comuneros en 1781, que fue una protesta contra los abusos de poder y los altos impuestos por España para financiar su participación en la guerra de independencia de Estados Unidos.
La rivalidad entre los españoles y los criollos, hijos de españoles nacidos en América, también contribuyó al descontento generalizado.
El episodio del “florero de Llorente” se ha convertido en una anécdota histórica asociada con la independencia de Colombia. Se dice que el préstamo negado de un florero fue el desencadenante de la revuelta en ese día de julio. Líderes criollos idearon una estrategia para provocar una perturbación del orden público y así dar salida al descontento existente en Santafé contra la audiencia española. Aunque este incidente fue solo una parte del proceso, ha perdurado en el relato histórico como un símbolo de la lucha por la independencia.
Si bien el proceso independentista enfrentó desafíos y diferencias internas, finalmente culminó con la consolidación de la independencia en 1819 y la disolución de la Gran Colombia en 1830. El 20 de julio es una oportunidad para reflexionar sobre los logros alcanzados en la lucha por la libertad y la independencia, así como para reconocer los desafíos que aún persisten en la construcción de una sociedad justa y equitativa.
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