En la Alta Montaña viven cientos de familias campesinas que han evidenciado los cambios en el clima. Cándida Velandia es una de ellas. Tiene más de 70 años de estar en este territorio junto a sus padres, hermanos y sobrinos.
Acciones
El sobrino de Cándida es Julio, y junto a su esposa Gloria hacen parte de la Red de Monitores Comunitarios Climáticos Nodo San Francisco que reúne a otras familias de las veredas altas de Sesquilé y Guatavita, municipios que comparten la microcuenca San Francisco. Julio, Gloria y el resto de los monitores llevan meses registrando la temperatura, la humedad relativa y las lluvias en la mañana y en la tarde para tener sus datos diurnos y nocturnos; información que comparten en una reunión mensual en la que debaten sobre lo que evidenciaron durante ese periodo de tiempo, las diferencia que ven de finca a finca, llevándolos a entender la variabilidad climática, incluso, a solo unos cuantos metros.
Pero, no son los únicos. La red de monitores se ha extendido, ya hay familias haciendo lo mismo en Guasca, alrededor de la microcuenca del río Chipatá; en Usme, en la microcuenca del río Chisacá; y en Tausa, en la microcuenca del río Guandoque. Todos estos ríos se desprenden de los páramos de Chingaza, Sumapaz y Guerrero y se verían afectados por el cambio climático.
Estrategias
Todas estas organizaciones de la mano de las familias han logrado tener información y datos a escala predial, lo que les ha permitido tomar decisiones frente al manejo de diversos sistemas productivos sostenibles: ¿cuándo abonar, sembrar, cosechar miel e incluso cosechar agua? En conclusión, les ha dado herramientas para adaptarse al clima cambiante.
Esta iniciativa surge como respuesta a los efectos del cambio climático, para que a través del fortalecimiento de capacidades las comunidades tengan información de primera mano y puedan interpretar y utilizar estos datos como parte de su cotidianidad. En muchos hogares los niños son los que anotan los datos, las mamás participan en la comunicación cotidiana de los sucesos y los padres son los que van a las reuniones de capacitación. Esta actividad la realizan con herramientas tecnológicas sencillas y fáciles de manejar que fueron suministradas por el proyecto.
“Para nosotros ha sido muy importante empezar a hacerle este seguimiento al clima. Antes lo sabíamos más empíricamente, pero ahora tenemos un registro, hacemos gráficas, aprendimos a leer el pluviómetro, que es el que nos dice cuánto llovió y el termohigrómetro, que nos ayuda a saber la temperatura y la humedad relativa y una posible predicción de lluvias. Todo esto es muy importante para tomar decisiones. Con eso nos ayudamos para saber, por ejemplo si ha posibilidades de una helada y con base en eso prepararnos para que no nos dé tan duro”, afirma Julio Velandia, monitor en Sesquilé.
Un encuentro sin precedentes
Hace un par de semanas la Red de Monitores Comunitarios Climáticos de la Alta Montaña se reunió como una gran familia. La cita fue en la vereda el Uval en Sesquilé.
Juntos se inspiraron y se comprometieron a seguir trabajando y monitoreando lo que pasa con el clima para adaptarse a él.
“Al principio los vecinos nos miraban como si estuviéramos locos, porque todas las mañanas salíamos con nuestro cuaderno a apuntar datos y les contábamos. Hasta de brujos nos trataban. Pero, todo ha ido cambiando y ahora ya antes nos consultan. Muchos también han pedido instrumentos y ahora hacen parte de nuestra Red”, dice Edelmira Muñoz, monitora climática en Guatavita.
La Red de Monitores Comunitarios Climáticos de la Alta Montaña son campesinos meteorólogos que de la mano del equipo técnico de este proyecto buscan respuestas y toman decisiones prácticas frente a un clima que cada día varía más.
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