Barrancabermeja, tierra de contrastes. Por un lado, la ciudad del calor insoportable, de las calles polvorientas, de los vecinos que te saludan con ese “¿cómo va la cosa?” que parece esconder siempre alguna historia oscura. Por otro lado, un lugar donde el concepto de diversidad todavía parece una especie de bicho raro, algo de lo que se habla en las noticias, pero que aquí, en la vida real, cuesta asimilar.
La Bella Hija del Sol, 2024. Siglo XXI. ¡Vaya sorpresa! ¿Quién diría que en este pequeño rincón del mundo, tan rudo y lleno de petróleo, nos atreveríamos a sacudirnos las hombreras de la intolerancia y a abrir espacio para el ballroom? Sí, has leído bien. En esta ciudad donde parece que el macho sigue siendo ley y la homofobia ha sido el deporte local no oficial, se está cocinando un evento que celebrará precisamente a quienes han sido rechazados en tantas otras fiestas: las personas LGBTQ+.
Y sin embargo, aquí estamos. Preparándonos para algo que nunca imaginamos ver, esa celebración desbordante de identidad, libertad y creatividad que nació en los márgenes de Nueva York y que ha recorrido un largo camino para llegar aquí, al corazón de una ciudad donde ser diferente aún puede ser un riesgo. El ballroom no es solo un espectáculo, es una subversión en el mejor sentido de la palabra, una patada al tablero de lo establecido.
En Barranca la homofobia ha sido, lamentablemente, una vieja conocida. Ese “monstruo” no necesita mucha presentación: es el chisme entre vecinos, las miradas incómodas, la negación constante de que lo diferente también es humano, válido y digno de respeto. La vida para la comunidad LGBTQ+ aquí ha sido, en el mejor de los casos, una lucha silenciosa. Y en el peor, una batalla contra un sistema que, hasta hace muy poco, ni siquiera estaba dispuesto a reconocer su existencia.
Pero si algo nos ha enseñado la cultura ballroom, es que ser ignorado o rechazado no es motivo para desaparecer. Es más, esa negación se convierte en el fuego que alimenta la resistencia. Y esa resistencia, querido lector, no tiene nada de tímida. No se esconde. Se pavonea, con toda la gracia de un desfile en alta costura.
La realidad es que en Barrancabermeja, el ballroom llega como un grito de libertad, un acto de valentía colectiva que se ha estado gestando en las sombras, en los pequeños espacios seguros que ha creado la comunidad LGBTQ+ en la ciudad. No es que Barranca haya cambiado de la noche a la mañana —ojalá fuera así de fácil—, pero este evento es un testimonio de que algo está cambiando, de que el miedo ya no es la única moneda de cambio en las relaciones humanas aquí.
Porque, aceptémoslo, el verdadero miedo está del otro lado. El miedo de aquellos que prefieren un mundo rígido, sin matices, donde todo lo que no encaje en su molde sea rápidamente rechazado. Esos son los que de verdad están aterrados. El ballroom es una bofetada para esa manera de pensar, una afirmación rotunda de que la diferencia no solo existe, sino que se celebra. Y lo mejor de todo es que este ballroom no se va a quedar en un rincón oscuro, no será un secreto. Va a brillar bajo los reflectores, para que todo el mundo lo vea.
Y la pregunta es: ¿estamos listos para verlo? Porque el ballroom no es para corazones débiles. Aquí no hay lugar para la mediocridad. Se trata de ser tú, de ser todo lo que eres y más, sin pedir disculpas. Y eso, en Barranca, es revolucionario, este evento es como una bocanada de aire fresco, no el aire viciado que respiramos entre chismes y prejuicios, sino el limpio, libre, que te llena los pulmones y te recuerda que, a pesar de todo, aquí también hay espacio para ser.
Gracias a los valientes que han alzado su voz, a las iniciativas culturales y sociales que han desafiado lo “normal”, poco a poco estamos dejando de ser una ciudad que rechaza lo que no entiende.
¿Y sabes qué? Lo que pasará el domingo será un testamento de eso. Un paso gigante en la dirección correcta. No será la solución mágica, pero es una señal de que estamos avanzando. Que estamos aprendiendo, aunque sea a rastras, a vernos en nuestra complejidad y a abrazar lo que nos hace únicos.
A medida que la expectativa crece y los rumores corren, es imposible no sentir un pequeño cosquilleo en el estómago. Ese nerviosismo, esa sensación de que algo grande está por suceder. Porque esto no es solo una fiesta. Es un acto de redención, una manera de decirle a Barranca —y a sus habitantes— que el cambio ya está aquí, aunque algunos sigan aferrándose al pasado.
Así que, si aún crees que este evento es solo una moda pasajera o un capricho de “los diferentes”, estás a punto de llevarte una sorpresa. Porque este ballroom no va a pedir permiso, no va a esperar que estés cómodo, va a suceder y va a ser inolvidable.
Este domingo, la temática será “Realiza del río”, será ser tú mismo y abrazar tu diferencia, Porque, después de 102 años, Barrancabermeja está lista para bailar. Y si aún no te has dado cuenta, la verdadera fiesta, la más auténtica, siempre ha sido la que nadie nos invitó a.
¡Y bueno, la categoría es… Amor, danza y arteeeeeee!