La creciente popularidad del Monte Everest como destino turístico ha desencadenado una preocupante crisis ambiental en la región, con la contaminación alcanzando niveles alarmantes. A medida que más personas buscan conquistar la cima más alta del mundo, las consecuencias nefastas de la actividad humana en esta zona remota se vuelven cada vez más evidentes.
La descomposición lenta de materiales no biodegradables, como plásticos y otros desechos, está contribuyendo significativamente a la contaminación del suelo y del agua en el Monte Everest. Esta acumulación de basura no solo amenaza la salud del entorno natural, sino que también pone en peligro la vida silvestre que habita la montaña.
Además de la basura inorgánica, una realidad sombría se está revelando a medida que los glaciares se derriten: los cadáveres humanos que yacen en la montaña. Hasta enero del presente año, se estimaba que alrededor de 140 toneladas de residuos, 40 toneladas de excremento humano y 300 cuerpos se acumulaban en el Everest. Lo alarmante es que estas cifras continúan en aumento.
Ante esta crisis ambiental sin precedentes, se están implementando medidas tanto a nivel local como internacional. Asociaciones de montañeros, en colaboración con el Gobierno de Nepal, han organizado expediciones de limpieza con el objetivo de retirar miles de kilogramos de basura de la montaña. Además, se están promoviendo regulaciones más estrictas para los escaladores, así como la instalación de infraestructura para la gestión adecuada de residuos en el campamento base.
Sin embargo, la magnitud del desafío exige una acción coordinada y sostenida a largo plazo. La preservación del Monte Everest y su entorno natural icónico depende del compromiso global para mitigar esta crisis y proteger uno de los tesoros naturales más preciados de nuestro planeta.
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