Un 8 de marzo, como hoy, 129 mujeres obreras que reclamaban condiciones humanas e igualitarias fueron asesinadas por personas que no les permitieron salir de una fábrica que se incendiaba.
No es necesario profundizar en cada uno de los hitos que a través de la historia cobró la vida de miles de mujeres alrededor del mundo, en búsqueda de equidad, de derechos fundamentales y de condiciones mediamente buenas.
Surgen entonces interrogantes como ¿por qué en una sociedad donde existen los derechos humanos, aún se deba salir a protestar por las mujeres que han sido asesinadas por sus parejas o por su ‘condición’ de mujer? Y léase bien, cuando se dice “que han sido asesinadas” pues a ellas no las encontraron muertas, no se murieron de manera natural.
Estas mujeres a las que se hace referencia, son una cifra en lo que hoy en día se llama feminicidio; ellas fueron perseguidas, amenazadas y hostigadas no solo por conocidos, sino también, por un estado ineficiente e incapaz de brindar la atención requerida ante la denuncia generando con su indiferencia complicidad en sus homicidios.
Es cierto que la violencia empieza con frases simples y actos ‘pequeños’ que se van engrandeciendo, hasta consumir la integridad, autoestima y seguridad de quienes padecen maltrato, pero son precisamente éstas y un sinfín de razones por las que se hace tan complejo salir de ahí.
Sin embargo, la violencia hacia la mujer se evidencia en todas las esferas sociales: en el núcleo familiar, la pareja, el estudio, el trabajo. Llama mucho la atención que en muchas ocasiones son incluso las mismas mujeres, formadas bajo unos constructos equívocos, las generadoras de violencia.
Actualmente hay grandes avances en temas de derechos de la mujer, en posicionamiento político y participación social pero aún se mantienen en el imaginario de las personas unos roles impuestos indiscriminadamente para cada sexo y unas características específicas del género que trazan incluso, las profesiones de tal manera, que es de sorprender en la actualidad, que una mujer se encuentre en la NASA.
Habrá que adentrarse aún más cuando se desea abordar este tema, y es responsabilidad de cada uno de los lectores apersonarse en la terminología y discriminar entre sexo, género, orientación e identidad sexual, y otros para ahí sí lanzar opiniones y señalamientos que en muchas ocasiones no tienen fundamentos científicos, sino que se basan netamente en la perspectiva personal.
Dicho lo anterior, es pertinente llevar a la reflexión la siguiente pregunta: ¿cuándo y por qué se impuso que la sexualidad -que va más allá de las relaciones coitales- de la mujer era un tema en el que todos y todas tienen derecho de opinar?
Hablar de feminismo en la actualidad genera en las personas un océano de emociones, pensamientos y opiniones y como todo, éste también tiene vertientes, pero un mismo objetivo: permitir la equidad social indistinto de sus genitales y exigir el respeto por la intimidad, su integridad y su sexualidad.
Ahora bien, en una sociedad que ha decidido categorizarse y sectorizarse, es preciso resaltar que lo único verdaderamente valioso y significativo, es reconocer los derechos sociales a partir de la individualidad de cada uno, sin tantas etiquetas que a veces, lo que genera es segregar aún más las sociedades.
Generar discusión alrededor de temas como la sexualidad, que termina siendo tan nutritiva para el desarrollo psicosocial de un infante, generaría la conformación de una sociedad realmente incluyente y respetuosa por otro, sin tantas complejidades y parafernalias.
Parece que a las personas se les ha olvidado -o quizá nunca lo han interiorizado- que la libertad comienza cuando inicia la del otro y hablar de ‘libertades’ hace referencia a todo lo correspondiente al universo individual de cada ser humano -si es que aún queda humanidad- perteneciente a una comunidad.
Hoy en día se debe ser consciente de lo que se dice, pues ‘todo’ podría ser catalogado como ‘violación a los derechos humanos’, sin embargo, otro sería el panorama si realmente habitaran seres capaces de sentir humanidad, respeto y empatía por el otro.
Hablar de inclusión, no es abrir las puertas de un lugar y permitirle entrar. Es más bien, acomodar ese lugar y respetar la diversidad con la viene esa persona. Por tanto, hablar del voto de la mujer es un logro, pero un verdadero avance en temas de participación de la mujer en política, es observar a una de ellas liderando una capital, entre muchos otros ejemplos.
Es por lo anterior, que la lucha persiste, que no se olvidan a las que ya no están y se promueve la protección por las que permanecen y además, que se conmemoran hechos como el 8 de marzo para mantener en la memoria el lugar a dónde ha llegado la mujer pero también, lo mucho que le falta a la sociedad y por consiguiente, a ellas.
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