Colombia está a un paso de alcanzar lo que parecía inalcanzable. Estamos ante una posibilidad, prácticamente única, de lograr el silencio de las armas que por años cobraron la vida de miles de inocentes y llevaron a otras al desosiego y al desplazamiento forzado. De ser así, en un tiempo, no muy lejano, diremos; vivimos en la Colombia que siempre habíamos soñado; con nuevas oportunidades para el libre desarrollo del campo y la ciudad y una que se resiste a la guerra y resiliente a las adversidades.
Estamos a un paso de culminar un proceso que se ha venido gestando desde la década de los 90`s, fallido en algunos momentos de la historia, fatídico en otras, pero táctico en la actualidad. Por lo tanto, no es conveniente polarizar a la sociedad y desaprovechar la oportunidad como país de hacer valer un derecho inherente a nuestra condición como seres humanos y no puede ser una imposición de quienes pretenden insertar sus intereses políticos y particulares y rayar en la ocasión para ganar imagen como abanderados, bajo la ecuación; guerra + guerra = paz.
Por eso, hoy, como colombiano, me causa gran indignación observar a diario en los principales medios de comunicación del país alocuciones de aquellos que se oponen a la paz y, por ende, al proceso que se adelanta en La Habana, Cuba, y a la posibilidad de darle fin a un conflicto armado que ha durado alrededor de 60 años.
Sin embargo, es importante reflexionar sobre las aseveraciones y argumentos que surgen entorno al no a la paz. Y eso me lleva a preguntarme, desde luego, ¿quién es el máximo opositor de la paz? A la mente se nos pueden venir varios nombres de personas y corrientes políticas que de una u otra manera han generado una postura negativa frente al hecho histórico que se está viviendo en el país.
¡Pero no!, ellos no son los máximos opositores de la Paz. William Soto, embajador de la Embajada Mundial de Activistas por la Paz, manifestó; “la paz es un derecho de todo ser humano y es una necesidad fundamental sin importar nacionalidad, cultura, etnia, religión o condición socioeconómica, y un poder inalienable e inherente a la humanidad”. De igual forma, el Articulo 22, de la Constitución Política de Colombia, establece que “la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”.
Lo anterior, nos deja claro que no existe mayor opositor que nosotros mismos; cuando como ciudadanos no exigimos nuestros derechos y tampoco cumplimos nuestros deberes, cuando dejamos de lado el valor trascendental que tiene la vida y cuando como familia naturalizamos los comportamientos negativos y lo volvemos parte de nuestra cotidianidad.
Hoy, como ciudadanos de a pie, que vivimos el día a día, en un país de violencia generalizada, tenemos la oportunidad de comenzar a construir entre todos una cultura de paz que nos permita comprender de una vez por todas que ésta necesita de todos y es un estado de coexistencia que le exige al ser humano equilibro y armonía consigo mismo y con aquellas personas que conforman su atmosfera social;
“La paz interior del ser humano, con su prójimo y con la sociedad, no es un estado emocional o la simple ausencia de conflictos o problemas; es una forma de vida que se sustenta en los pilares del respeto por la dignidad humana, los derechos fundamentales y la práctica de valores éticos y morales”, (Soto, 2015).
Y más allá del equilibrio y la armonía, debemos tomar conciencia que en un país, donde predomine la discriminación en cualquier de sus presentaciones y la ausencia de valores éticos y molares, difícilmente vamos a poder construir una sociedad que respete la vida, vele por la dignidad del ser humano y la equidad de género y, por ende, por la paz.
Todo esto, porque la paz se alcanza cuando logramos asumir el rol de formadores de paz y desarrollamos la capacidad de la comprensión de las individualidades propias del ser humano y entendamos que los problemas se deben solucionar por medio del dialogo y la comunicación, eso sí, resaltando que un dialogo parte de una premisa fundamental, el respeto.
En definitiva, es importante que dejemos de pensar que los opositores de la paz son aquellos que se visten de traje y corbata y creemos un criterio personal, revisemos que estamos haciendo por crear, desde nuestro hogar, una cultura de paz y no violencia y comencemos a sembrar una semilla de cambio que nos permita, en un futuro, que espero no sea muy lejano, cosechar esperanzas, sueños y anhelos, que nos lleve a una paz positiva para el país y nos invite a consolidar la fórmula ganadora, por la cual debemos trabajar, día a día, sin importar las pretensiones políticas de turno; valores + principios + desarrollo = paz.