Antes de que la esquina se convirtiera en templo cristiano y mucho antes de que en frente jugaran Bingo ya existía sobre la Calle 51 con 18 del Barrio Colombia, un sitio donde los fieles seguidores de la carimañola y la frescola se juntaban a comer.
Durante más de medio siglo barranqueños y visitantes han caminado esta calle que en sus principios rebosaba de puestos a los 2 costados de la vía, teniendo como vecino esquinero al teatro Yarima los clientes sobraban y la oferta gastronómica también. Chicharrón, morcilla, chorizo, chunchullo, empanadas, carimañolas y papas rellenas se conseguían en cualquier vitrina de bombillo amarillo que alumbraba el lugar.
Y es que en los 60’s ir al cine y no comer fritos a la salida, era el equivalente a no comprar crispetas para la película al día de hoy. Así que calcule.
- La Ñapita (continuación del legado)
El cierre del teatro Yarima durante 1980 opacó a medias la alegría de la calle y el flujo de clientes que visitaban el sector, pero no a los fritos, a los fritos no los opaca nada ni nadie, algunas familias tradicionales mantienen a lucha y pulso el sustento casi ancestral de su gente.
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Desde las 6 de la mañana vendedores y ayudantes se disponen a atender a quien llegue por uno de los codiciados manjares que emergen de los calderos oscuros llenos de aceite hirviendo.
“Podemos trabajar por porcentaje o venta según yo escoja. Un turno puede estar en 30 mil pesos las 8 horas, pero el día puede estar entre 60 mil, también es relativo, podemos quedarnos con lo producido de las bebidas, con esto gano para alimentar a 4 personas”. Dice un vendedor.
- ¿Empanadas es lo que más se vende?
Comentan los vendedores de los 7 puestos que a diario cada uno de ellos vende entre 200 y 300 fritos en este sector con sus respectivas naranjadas o frescolas según lo prefiera el comensal, y aunque varias de las personas que allí comercializaban ya no se encuentran en el sector, las recetas se mantienen, ya que las mismas familias continúan preparándolas y distribuyéndolas.
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Estos puestos de bombillos amarillos y canecas de frescola hacen parte de lo que realmente significa Barrancabermeja. Estuvieron aquí durante la bonanza petrolera, acá se mantuvieron mientras corría la ola violenta del 95, aguantaron firmes los tiempos de crisis y siguen siendo indispensables e inamovibles para la cultura de la ciudad, si usted no ha ido por un frito esta semana. Termine de leer esto y vaya por el… Papi.