Muchos chistes se han hecho sobre la visita de Duque a España y su oso monumental con Felipe.
Si se fijan en el lenguaje corporal de ese títere al que nos toca llamar presidente, están las manos agarradas denotando inseguridad, la cabeza levemente inclinada, la incomodidad ante el silencio y la necesidad, la terrible y evidente necesidad de “quedar bien” y hablar de algo que genere simpatía cuando ya no es posible.
Dice la Real Academia que servil es quien de modo rastrero se somete totalmente a la autoridad de alguien; distinto de la actitud soberana, auténtica de un Evo, de un Mujica, que supieron conservar su dignidad sin imposturas ante los mandatarios de Europa o Estados Unidos, porque sabían lo que valían, porque se reconocían como pares.
Cuando el “líder” de un país se presenta desde su moral de esclavo y se humilla a sí mismo y al país que representa; uno puede pronosticar fácilmente en qué términos se van a dar las negociaciones, los acuerdos y los tratados: en los mismos que se dieron con Uribe, “usted mande, que yo Duque, yo Colombia -colonia-, asiento y obedezco” (y eso, eso sí no da ni cinco de risa)”.
Escrito por: Katherine Vallejo