Camilo Alfonso Torres Prada, Diputado de la Asamblea Departamental, tiene 37 años de edad. Nació en Barrancabermeja el 17 de Julio de 1980. Es hijo de Alfonso Torres Duarte, ex concejal de Barrancabermeja, economista y docente de la Unipaz, y de Ives Amparo Prada Vega, administradora de empresas. Esposo de Marjorie Santos, con quien tiene dos hijos. Sus estudios de primaria los cursó en la concentración Palmira, conocido hoy como el colegio INTECOBA. Se graduó del seminario San Pedro Claver de la ciudad
Desde siempre se ha caracterizado por su espíritu de servicio y con el cual desde la Asamblea Departamental, con responsabilidad y compromiso ético, busca luchar por los intereses de las comunidades más desprotegidas y que como diputado espera contribuir para el desarrollo y bienestar de todos los habitantes de Santander y el Magdalena Medio.
Antes de tener el cargo público en el que se desempeña actualmente, Camilo fue Edil de la Comuna 1, y candidato en dos ocasiones al Concejo Municipal, perdiendo la última vez la curul por 20 votos.
Siendo muy joven y contagiado por la labor que tenía su padre como concejal en aquella época, despertó las ganas de participar en los asuntos sociales y políticos de la comunidad.
Fue entonces cuando Camilo se dio cuenta que quería ser un gran líder para luchar por el bien común de los Barranqueños.
A continuación una anécdota, contada por su padre y que vale la pena mencionar:
“Cuentan sus compañeros de la primaria, que para los años en que compartieron aulas con CAMILO en la Concentración Palmira, estudiaban allí niños de los barrios El Recreo e Inscredial, de estratos 4 y 5, y del barrio La Victoria, de los estratos 1 y 2, y que algunos de estos niños pobres de este último barrio, cuando salían de clases al medio día, eran mandados por sus padres a recorrer las casas de los barrios El Recreo e Inscredial a recoger los “desperdicios” de las comidas con los cuales alimentaban los marranos que criaban en los patios de sus viviendas, labor que hacían en unas carretas que eran hechas con coches de bebés desusados y adaptados con cuñetes de pintura de cinco galones que servían de depósito para acopiar las viandas de los cerdos. CAMILO entonces, en vez de irse a su casa en el barrio El Recreo, como lo hacían todos los niños vecinos de su cuadra, se iba con sus compañeros de La Victoria a acompañarlos en sus recorridos de recolección de los “desperdicios”. La gente adulta de su barrio que conocían a sus padres y a sus abuelos, se alarmaban al ver al niño en esas labores y corrían a ponerle quejas a su padre, quien las recibía sin contrariarse, conocedor y propiciador ya de las correrías de su hijo”.